Pese a que existe un falso mito que sostiene que esa cavidad sirve para diferenciar la calidad de los vinos, la realidad es otra bien distinta. Su origen está relacionado con los primeros sopladores de vidrio, los cuales dejaban esa parte con una forma cóncava para asegurarse de que la botella se mantendría en pie sin dificultad, según explica la revista especializada en vinos ‘Wine Spectator’. Un diseño práctico que, sin embargo, posee otras funcionalidades básicas, como conservar mejor los caldos, servirlos de la forma más cómoda y evitar las roturas de las botellas.
La cavidad recoge los sedimentos
Además de crear la ilusión óptica de que la botella es más grande, y por lo tanto que contiene más cantidad, la picada tiene una función más práctica. El hecho de que el vidrio crea esa forma en la base permite que los sedimentos, esos materiales sólidos que se depositan en el fondo de la ampolla cuando un vino envejece, se quedan solo en el círculo exterior, de esta manera, resulta mucho más sencillo que ninguno de los posos pase a la copa al servirse. Es por esta razón por la que los vinos más maduros se guardan en envases con una hendidura mayor.
La picada permite que los sedimentos se depositen solo en el círculo exterior, así es más sencillo que ninguno de los posos pase a la copa al servirse
La cavidad solo depende de la elección del productor y no tiene ningún impacto en la calidad del caldo. “Tiene sentido que los productores cuyos vinos están diseñados para estar largos periodos de tiempo en la bodega, como un Burdeos, se decanten por botellas con grandes hendiduras, pero no será necesario para los productores que comercializan vinos que serán bebidos dentro de un año, como un rosado”.
Asimismo, el actual encargado de la bodega de Waitrose, señala que el hueco también ayuda a verter los caldos de una forma sencilla, ya que “al poder poner fácilmente el pulgar en la cavidad se puede estabilizar el brazo y manipular mejor el recipiente”.
Envases más resistentes
Desde que las botellas de vidrio son fabricadas por máquinas son mucho más resistentes, pero esta peculiar oquedad convexa también aumenta la solidez del envase para que no se produzcan roturas. Si las botellas fueran completamente lisas podrían reventarse. El motivo es que las paredes de las ampollas de vino son siempre cóncavas, es decir, la presión se reparte siempre hacia ellas y, si la base fuera igual, se acumularía demasiada fuerza y podría estallar. La convexidad proporciona una mayor resistencia, más robustez, sobre todo si se trata de vinos espumosos, cuya presión puede subir hasta siete atmósferas. Es el caso de las botellas de cava -en cuyo interior hay una presión de 4 o 5 atmósferas-, siendo las más proclives a estallarse si no poseen esta cavidad, que ayuda a que el gas se empuje en sentido contrario a la convexidad, evitando así roturas y posibles desgarros.
El vidrio es un material inerte que no aporta sabores ni perjudica el contenido por eso es un producto excelente para almacenar cualquier tipo de contenido, cosa que no se logra con ningún otro tipo de envase. Además de que es 100% reciclable con lo que es ecológico y sostenible la vuelta al vidrio no es solo una decisión estética es una garantía de calidad y de sostenibilidad del medio ambiente. En cuanto a sus formas desde que se produce por máquinas automáticas es exclusivamente un tema estético y el picado Y no picada Es una más de ellas. Una botella para tener un picado necesita más vidrio que la que carece del mismo y como está demostrado en el mundo de la cerveza o las bebidas carbonatadas no se emplea este tipo de diseño sin que la presión interna sea menor que en un cava o vino espumoso porque el objetivo es que sean más ligeras. El picado sin embargo aporta únicamente una esbeltez mayor y una percepción de calidad mayor y es este el único motivo por el que se emplea en producción. En cuanto a la forma de servir los diámetros de las botellas de vidrios son los adecuados para cogerlas por el cuerpo y el picado no tiene ninguna funcionalidad al respecto.
Seis milenios bebiendo vino
Un equipo de arqueólogos internacionales descubrieron en 2014, en el sur de Armenia, la bodega de vino más antigua del mundo, lo que demostraría que los humanos fermentábamos uvas desde la Edad de Cobre, hace aproximadamente unos 6.100 años. Seis milenios después seguimos produciendo estos caldos y consumiendo grandes cantidades, prueba de ello es que cada español bebe una media de 133 copas al año, lo que supone un total de 23 botellas.
Lo que sí que ha cambiado respecto de nuestros antepasados es la forma de conservarlo, ya que con los años se ha pasado de los zurrones hechos de piel de animal, las ánforas y los toneles a la bien lograda botella de vidrio, que empezó a popularizarse en el siglo XV, sobre todo en Italia, y hoy en día muchas de las cuales se han convertido en auténticas obras de arte, aunque, eso sí, con sus respectivos huecos en la base.
Si quieres ver más artículos como este lo puedes conseguir en: https://epicurenetwork.com/magazine/
Leave a Comment